Lugares de dolor: El Espíritu Sanador

 "La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera. Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes. Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis." (Ezequiel 37: 1-5). 

La lectura de los libros de los Profetas del Antiguo Testamento es siempre una tarea intrigante y fascinante, así como a veces inquietante y complicada. A veces, parece como si nos estuvieran hablando en un código que nos resulta difícil de entender. Bueno, no estamos lejos de la verdad, si eso es lo que creemos. Como siempre les digo a las iglesias a las que he sido asignado, la clave para entender todo el Antiguo Testamento es poder tener conciencia de un evento histórico en la historia de Israel: la invasión y destrucción de Jerusalén por Babilonia en el 586 AEC. Este evento masivamente destructivo tuvo réplicas que se sienten a lo largo de todo el Antiguo Testamento. Da la casualidad de que los libros de los profetas, especialmente los profetas mayores, estaban justo en el epicentro de este evento. La historia que cuenta está codificada en un lenguaje diferente: el lenguaje del trauma.

Según Judith Herman,

“El trauma psicológico es una afiliación de los impotentes. En el momento del trauma, la víctima queda indefensa por una fuerza abrumadora. Cuando la fuerza es la de la naturaleza, hablamos de desastres. Cuando la fuerza es la de otros seres humanos, hablamos de atrocidades. Los eventos traumáticos abruman los sistemas ordinarios de atención que brindan a las personas una sensación de control, conexión y significado”.

“Los eventos traumáticos son extraordinarios, no porque ocurran raramente, sino porque abruman las adaptaciones humanas ordinarias a la vida. A diferencia de las desgracias comunes, los eventos traumáticos generalmente implican amenazas a la vida o la integridad física, o un encuentro personal cercano con la violencia y la muerte. Confrontan a los seres humanos con los extremos de la impotencia y el terror y evocan las respuestas de la catástrofe”. [1]

El horror de la invasión de Jerusalén por las tropas de Nabucodonosor está repartido a lo largo de diferentes libros, y unas veces está narrado explícitamente con muchos detalles (léase, por ejemplo, 2 Reyes 25:1-21), y otras veces, como es más frecuente, se alude al evento a través de metáforas.

El texto de hoy está tomado del libro de Ezequiel. El libro de Ezequiel es famoso por su complejidad, por los extraños rituales que hace el profeta para probar su punto, la impresionante descripción de imágenes de criaturas fantásticas y la forma enrevesada en que se cuenta la narración. Este es un libro que se fragua en pleno exilio en Babilonia. Necesitamos entender que Ezequiel, el profeta, es un sobreviviente de la catástrofe, así como todos los demás exiliados en Babilonia. El libro de Ezequiel es literatura de trauma para personas traumatizadas.

Como descubrió Kathleen O'Connor en sus estudios sobre el libro de Jeremías, los libros de estos profetas “llevan la destrucción violenta a mundos de poesía y símbolos donde el dolor y la pérdida horribles pueden verse, asimilarse y reconocerse sin abrumar a sus víctimas nuevamente.” [2] La literatura profética funciona como medicina para las personas quebrantadas. Les permite abordar el evento sin mencionarlo específicamente. Les ayuda a recuperar su sentido de sí mismos y su identidad como sobrevivientes. Como establece Christopher G. Frichette: “la creación de significado a través de la representación simbólica puede ayudar a fomentar la recuperación del trauma”. [3] El uso de símbolos y representaciones simbólicas de lugares es una forma en que el profeta ayuda a su pueblo a dar sentido a una realidad que va más allá de la posibilidad de expresarla a través de palabras.

Ezequiel 37 encuentra al profeta siendo llevado por el Espíritu a un lugar muy específico: un valle de huesos secos. Note la especificidad en el texto: él está siendo puesto en medio de un valle; y estaba lleno de huesos. El Espíritu guía al profeta a través de la escena, “me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor”. A través de la acción de visitar este lugar metafórico, el Espíritu está interesado en visitar el lugar del trauma, para traer a la superficie el evento que está tratando de ocultarse en el subconsciente de su pueblo. Si el trauma no sale a la superficie, continuará creando destrucción en lo profundo del alma y el espíritu de los sobrevivientes. Ir al valle de los huesos, y el profeta poder afirmar que los huesos “eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera” es una acción de nombrar el trauma y sus consecuencias: las víctimas son muchas, y los efectos de la catástrofe ha secado a los sobrevivientes como pueblo de Dios y como individuos. Se han convertido en caparazones de las personas que eran. La sequedad de los huesos es una metáfora que apunta a la desconexión de quiénes eran antes de la catástrofe y quiénes se han convertido después de ella. Esa desconexión está dentro de uno mismo, dentro de ellos como pueblo, y dentro de ellos y su relación con Dios. Están luchando con su nueva realidad como sobrevivientes, ya no saben lo que son (¿Somos Israel? ¿Somos esclavos? ¿Prisioneros de guerra?), lo cual es una cuestión de identidad, y finalmente, no están seguros de cuál es su relación con Dios, quien fue descrito temprano en el libro de Ezequiel como abandonando el Templo de Jerusalén.

La pregunta que hace el Espíritu está saturada de sentido. “¿Vivirán estos huesos? ”, dice el Espíritu, sacando a la superficie lo evidente: en la mente de los sobrevivientes no hay opción por la vida, son huesos secos, y no queda nada que hacer al respecto. El profeta, sin embargo, se enfrenta a nuevas posibilidades. La pregunta misma trae la posibilidad de la vida. En otras palabras, la pregunta tiene en sí la semilla de la esperanza y la superación de la catástrofe. Sin embargo, el profeta no puede dar una respuesta a esa pregunta: “Señor Jehová, tú lo sabes.” Recuerde, él, como sobreviviente, también está tan traumatizado como las personas a las que se le envía a profetizar.

Ya estamos viendo cómo esta narrativa está funcionando como medicina terapéutica, está llevando a las personas a ver lo que no estaban dispuestas a mirar, de una manera que no es abrumadora, y las está llevando a imaginar un mundo después del trauma. La incapacidad del profeta para imaginar la vida después del trauma habla de la incapacidad de los sobrevivientes del trauma para trascender el trauma por el que han pasado. Y, sin embargo, vemos que la acción del Espíritu es cuidadosa, como acercándose en círculos al centro de la catástrofe, no directamente, sino con la decidida intención de traer sanidad y la posibilidad de vida.

El Espíritu afirma, entonces, “Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis." Se le pide al profeta que hable de una realidad diferente, una realidad que muy probablemente ni siquiera está convencido de que pueda ocurrir. El Espíritu invita al profeta a cambiar su lenguaje, de insistir en la sequedad de los huesos, a proclamar la posibilidad de renovación y de vida. Tener una palabra diferente para describir la catástrofe le da un nuevo significado y ayuda a las personas a reconsiderar su lugar en el mundo y su lugar en relación con Dios. La intervención del Espíritu es una acción de terapia creativa, en la que las palabras pueden crear una nueva realidad, en la que hay sanación y posibilidad de un futuro lleno de vida, más allá de la catástrofe traumática.

Nótese, de manera importante, que el Espíritu nunca niega la terrible tragedia de la destrucción de Jerusalén. En cambio, al reconocerlo, está brindando herramientas a los sobrevivientes para superarlo y ayudarlos a ser los creadores de su propio futuro. Y finalmente, la acción del Espíritu en este texto representa a un Dios que está dispuesto a ir con nosotros a visitar nuestros lugares feos, y traer sanidad y renovación a través de palabras de esperanza y amor.

Este texto, como literatura para personas traumatizadas, nos brinda una ruta para tratar con sobrevivientes de trauma. Necesitamos caminar con ellos, en solidaridad con su dolor y en medio de su confusión. Debemos ayudar a traer nuevas palabras, nuevas experiencias de sanación que traerán nuevas posibilidades de vida para ellos. La posibilidad de que haya un futuro más allá del dolor del trauma, un futuro en el que aún podamos respirar y vivir a través de la obra del Espíritu en nosotros.

[1] Herman, J. L. (1992). Trauma and Recovery: The Aftermath of Violence: From Domestic Abuse to Political Terror. New York: Basic Books, p. 33.

[2] O’Connor, K. (2012). Jeremiah: Pain and Promise. Minneapolis, Fortress Press.

[3] Frichette, C.G. (2015). “The Old Testament as Controlled Substance: How Insights from Trauma Studies Reveal Healing Capacities in Potentially Harmful Texts”. In Interpretation: A Journal of Bible and Theology, vol. 69(1), 20. Theology, vol. 69(1), 20. 

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