El Espíritu de Dios - Nuestro Compañero

 

“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (Romanos 8: 26-27).

Continuamos durante esta temporada posterior al día de Pentecostés, una temporada de recordación en el que celebramos que la iglesia comenzó con el derramamiento del Espíritu Santo sobre toda la humanidad.


La Tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, tiene una centralidad en lo que significa ser la iglesia. Es el Espíritu Santo quien proporciona los medios a través de los cuales se realiza la obra y la misión de la iglesia en el mundo (Missio Dei – la misión de Dios en el mundo). El Espíritu Santo tiene el papel de ser un compañero de la iglesia en el mundo, brindando constantemente consuelo, seguridad de salvación, suministrando los dones para realizar las obras de gracia necesarias en el mundo, y recordándonos el Evangelio de Jesús y sus promesas. Podemos resumir esto afirmando que el Espíritu de Dios es completamente necesario para que la iglesia cumpla su papel en el mundo.

Hay una dependencia completa del Espíritu Santo para convertirnos en la iglesia. Piensa en esto. El Espíritu es quien da dirección, propósito e intención a todo lo que hace la iglesia. Podemos orar y conectarnos con Dios a través de la acción del Espíritu. Las vidas son transformadas, redimidas, llamadas y enviadas al mundo por la intervención y acción sanadora del Espíritu. A esto se refiere el Apóstol Pablo en el texto citado, cuando nos dice que “el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad”. Sin embargo, si hablamos de debilidad, es necesario hablar de gracia.

No se suele pensar que esté relacionado, pero el rol de compañero en medio de nuestras debilidades del Espíritu de Dios implica que la presencia del Espíritu se experimenta mayormente cuando encontramos nuestros límites. Como seres humanos, somos limitados, inclinados a fallar y a errar con frecuencia. Hay una gran cantidad de cosas que nosotros, como seres humanos, no sabemos cómo hacer o incluso lidiar con ellas. Es especialmente en estos límites, momentos en el que nos topamos con nuestra frontera, cuando experimentamos la abundante gracia de Dios. Como respuesta a nuestra condición limitada, la gracia de Dios proporciona lo que nos falta como una acción de amor hacia nosotros. Por lo tanto, el Espíritu de Dios está presente como testigo en nuestros momentos de dificultad y limitaciones y es el Espíritu el facilitador de la abundante Gracia de Dios en nuestras vidas.

El teólogo alemán, Jurgen Moltmann, en su libro El espíritu de la vida cita el siguiente texto del libro de Job:

“A los que sufren, Dios los libra mediante el sufrimiento; en su aflicción, los consuela. Dios te libra de las fauces de la angustia, te lleva a un lugar amplio y espacioso, y llena tu mesa con la mejor comida” (Job 36:15-16).

Dado que hablar de debilidades implica nuestras limitaciones, también podemos comprender cómo enfrentar tales limitaciones nos llevará al sufrimiento. Podemos ver eso cuando tratamos temas relacionados con la salud, y también cuando enfrentamos asuntos relacionales o familiares que nos dejan una carga. Encontramos nuestro límite a través del agotamiento, la ira, la tristeza o el quebrantamiento absoluto de nuestro ser. Esta es la temporada del desierto. Pero el texto citado en Job apoya la afirmación de Pablo acerca de que el Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades y la amplía al establecer que “él libra [a los que sufren] en sus sufrimientos”. El Espíritu nos encontrará en el lugar del dolor. El Espíritu nos encontrará en la cama del hospital. El Espíritu nos encontrará en el cementerio frío y ventoso. El Espíritu vendrá a nuestro encuentro... y proveerá lo que necesitamos a través de la gracia.


Jurgen Moltmann afirma que el Espíritu nos encuentra en nuestro sufrimiento, y la acción del Espíritu siempre trae consigo liberación: “Dios te libra de las fauces de la angustia, te lleva a un lugar amplio y espacioso”. Para decirlo claramente: la acción del Espíritu de Dios siempre traerá consigo libertad. No importa el tipo de limitación o el obstáculo que podamos enfrentar, el Espíritu hallará un nuevo camino por el cual continuar nuestra jornada. Y el camino del Espíritu siempre conducirá a más, a un tiempo de abundancia y satisfacción.

La abundancia del Espíritu se presenta en este texto cuando dice, “y llena tu mesa con la mejor comida”. Nos recuerda otro texto: “Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.” (Salmos 23:5). Cuando Pablo nos recuerda que el Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades, es un recordatorio de las antiguas promesas de Dios a su pueblo de fidelidad impulsada por el amor puro. Este es el tipo de compañía que necesitamos, aquel que nos apoya, que siempre hará el mejor esfuerzo para satisfacer nuestras necesidades, y aún mucho más. Dios, por la acción del Espíritu, nos tenderá la mesa, nos dará consuelo y descanso, sanará nuestras heridas, restaurará nuestras almas quebrantadas.

Romanos 8, Job 36: 15-16 y el Salmo 23 son textos que nos recuerdan con insistencia que el compromiso de Dios con nosotros es real, que estará con nosotros a través del “valle de sombra de muerte”, y a través de verdes pastos, a través de aguas tranquilas. Nuestras debilidades no provocan el juicio de Dios, sino que son superadas con gracia, sanidad y amor. Sí, en verdad, Espíritu Santo de Dios, ¡te necesitamos cada vez más! ¡Ayúdanos en nuestras debilidades y guíanos a una vida plena de gracia y amor!

Comments

Popular posts from this blog

Lugares de dolor: El Espíritu Sanador

Places of Hurt: The Spirit and Therapeutic Healing

Filipenses: Un llamado a brillar intensamente